domingo, 6 de julio de 2008

Las Siete Reglas de Paracelso.

1.- Lo primero es mejorar la salud.

Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y

rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una

ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua,

comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto

posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que

estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte

diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.



2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que

existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza,

venganza y pobreza.

Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas

maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas,

vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de

entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus

discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de

importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura

de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este

depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.



3.- Haz todo el bien posible.

Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas

debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y

huir de todo sentimentalismo.



4.- Hay que olvidar toda ofensa, mas aún: esfuérzate por pensar bien

del mayor enemigo.

Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio.

Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz

interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte

por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos,

pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y

perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le

ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.



5.- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte,

siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los

ojos medio entornados y no pensar en nada.

Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en

contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento

y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas,

susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los

problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una

voz interior que te guiará en tales instantes de silencio, a solas

con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.



6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales.

Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a

los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas,

aprendas, sospeches o descubras. Por un largo tiempo al menos debes

ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.



7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de

mañana.

Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas

solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no

concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda

tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.

El miedo y desconfianza en el futuro son madres

funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con

ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena

suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas

que anteceden. Muchas de las que alegan gran riqueza, muy cierto es

que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero

poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la

riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a

ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles

obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros

caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda,

cuyo verdadero nombre es el egoísmo.

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