martes, 13 de mayo de 2008

EL DIA DE LA GRAN MADRE

Qué es el Día de la Tierra?

The Earth
Turner, William
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El Día de la Tierra, 22 de abril, es una celebración anual del
medio
ambiente que compartimos y el momento de evaluar la labor aún
necesaria para proteger los dones naturales de nuestro planeta. El
Día
de la Tierra no es una fiesta nacional. Si bien no existe una
organización central, muchas organizaciones no gubernamentales
trabajan para registrar las miles de actividades locales en escuelas
y
parques que marcan el día. El Día de la Tierra afirma que la
conscienciació

n hacia el medio ambiente es parte de la consciencia
nacional y que la idea de proteger nuestro entorno, otrora el
dominio
de unos cuantos conservacionistas, se ha movido desde un extremo
hasta
la corriente central del pensamiento estadounidense.

Esto, claro está, no siempre fue así. En el Siglo XIX los
estadounidenses bendecidos con una tierra vasta y rica en recursos
naturales, vivían en la creencia que los campos frescos siempre
estarían en el horizonte; cuando se agotara el suelo, o los bosques
o
el carbón en un lugar determinado podrían mudarse a otro lugar. A
medida que la industria floreció a principios del Siglo XX, la gente
aceptó sin cuestionar que los cielos se obscurecieran por las
emisiones de las chimeneas y los ríos se llenaron de desechos
industriales. A mediados de los años treinta, y una vez más en los
cincuenta, el Río Cuyohoga de Ohio, que nace en el corazón
industrial
de los Estados Unidos, se encendió por los desechos químicos de las
fábricas construidas a lo largo de sus márgenes. Poca gente siquiera
lo notó. No hubo protesta pública.

Durante los años sesenta, la actitud pública empezó a cambiar. En
1962, una bióloga marina llamada Rachel Carzon publicó "Primavera
Silente", título que se refería a un futuro sin aves y describía en
un
lenguaje llano los devastadores efectos a largo plazo de los
pesticidas altamente tóxicos y otros agentes químicos empleados
comúnmente en la agricultura, la industria y el día a día por
millones
de estadounidenses. El libro sorpresivamente se ubicó entre los más
vendidos. En 1968, los astronautas del Apollo, a su regreso del
vuelo
pionero orbitando de la luna, fotografiaron por vez primera el
planeta
Tierra en su totalidad. Esta imagen de la Tierra: pequeña, frágil,
hermosa y única, rápidamente quedó impresa en la psique de millones.
En 1969, el flujo Industrial en el Río Cuyohoga nuevamente provocó
un
incendio. Esta vez, la reacción del público fue inmediata e intensa.
Los habitantes de Cleveland, Ohio, donde tuvo lugar el incendio, se
convirtieron en el hazmereír, y la canción satírica "Burn On, Big
River, Burn On" (Quémate, gran río, quémate) se escuchó en las
radios
de todo el país. Ese mismo año, el Congreso de los Estados Unidos
promulgó la Ley Nacional de Política Ambiental (NEPA), declarando
una
política nacional que alentaría la armonía productiva y deleitable
entre el hombre y su entorno.

Paralelamente con esta lenta conscientización ambiental, hubo una
oposición cada vez mayor a la participación de los Estados Unidos en
la Guerra de Vietnam. Las manifestaciones públicas contra la guerra,
particularmente las realizadas en las universidades, impulsaron las
ideas de que las acciones individuales harían la diferencia, y que
los
desafíos organizados al status quo que podían cambiar de hecho la
política y la conducta pública.

Gaylord Nelson, entonces Senador por Wisconsin y por mucho tiempo
conservacionista , fue una de las personas que entendió que los
métodos desarrollados para la protesta contra la guerra bien podían
ser eficaces en otras esferas. "En aquel momento", escribió Nelson,
"había gran descontento en las universidades a causa de la guerra en
Vietnam. Se realizaron protestas denominadas clases anti guerra a lo
largo de los centros educativos de toda la nación. En un vuelo desde
Santa Barbara a la Universidad de California en Berkeley, leí un
artículo sobre tales clases, y de pronto se me ocurrió: ¿Porqué no
dar
una clase nacional sobre el medio ambiente? he aquí el origen del
Día
de la Tierra"

Asido a esta idea, Nelson regresó a Washington en agosto de 1969 y
empezó a promover el Día de la Tierra entre gobernadores, alcaldes
de
las principales ciudades, editores de periódicos universitarios y,
lo
que es más importante, en la Revista Académica, que circula en las
escuelas primarias y secundarias de todo el país. En septiembre,
Nelson anunció formalmente que habría una clase nacional sobre el
medio ambiente en la primavera de 1970. Posteriormente narró lo que
sucedió a continuación:

"Los servicios por cable difundieron el artículo por todo el país.
La
respuesta fue increíble. Actuó como los funcionarios que reprimen el
crimen organizado. Telegramas, cartas y llamadas telefónicas
llovieron
de todo el país.

Con la ayuda del personal del Senado, llevé a cabo actividades
relativas al Día de la Tierra fuera de mi oficina. Para diciembre,
el
movimiento se había expandido tan rápidamente que se hizo necesario
abrir una oficina en Washington para servir de centro nacional de
distribución de información y atender las preguntas y actividades
concernientes al Día de la Tierra. A ese punto, contraté a Denis
Hayes
y otras personas para coordinar el esfuerzo.

El Día de la Tierra alcanzó lo que yo ansiaba. El objetivo consistió
en demostrar una inquietud tan grande por el ambiente a nivel
nacional, que sacudiera la arena política. Fue una jugada riesgosa,
pero funcionó. Unos veinte millones de personas participaron en
manifestaciones pacíficas en todo el país. Diez mil escolares y
liceístas, dos mil colegios universitarios y un mil comunidades
tomaron parte.

Realmente fue una asombrosa explosión popular. La gente se
preocupaba
y el Día de la Tierra se convirtió en la primera oportunidad que
jamás
habían tenido para unirse en una manifestación nacional que enviara
un
gran mensaje a los políticos: el mensaje de que despertaran e
hicieran
algo.

Funcionó por la respuesta espontánea y entusiasta a nivel popular.
Nada igual había ocurrido antes. Si bien nuestra organización en los
centros educativos fue bastante buena, las miles de actividades en
nuestras escuelas y comunidades se generaron a nivel local. No
contábamos ni con el tiempo, ni con los recursos para organizar a
los
diez mil escolares y liceístas y al millar de comunidades que
participaron. Simplemente se organizaron ellos mismos. Eso es lo
notable del Día de la Tierra."

Una legislación federal revolucionaria sucedió al éxito del primer
Día
de la Tierra. En 1970 se creó la Agencia de Protección Ambiental,
seguida por la Ley del Aire Limpio, la Ley de Aguas Limpias de 1972
y
la Ley de Especies en Peligro de Extinción de 1973. Entre las
disposiciones más ambiciosas de estas leyes se encuentra el
requerimiento de que los automóviles utilicen gasolina sin plomo, se
adhieran a un mínimo de kilómetros por galón de gasolina y se
equipen
con catalizadores que reduzcan la cantidad de vapores tóxicos
emitidos
por los tubos de escape de los vehículos.

El Día de la Tierra pareció desaparecer. Aun cuando continuaron las
celebraciones anuales, no lograron equiparar el tamaño y entusiasmo
del primer año. El Día de la Tierra se había convertido en una
reliquia de las protestas de principios de los años setenta.

Sin embargo, el destello de consciencia generado por el primer Día
de
la Tierra siguió creciendo. Las organizaciones populares, ahora
denominadas organizaciones no gubernamentales u ONG, aumentaron en
tamaño y poder. Grupos como Greenpeace, formado en Canadá en 1971,
adaptó los principios de la desobediencia civil no violenta para
crear
consciencia pública en torno a la menguante población de ballenas y
los riesgos de la energía nuclear. Nature Conservancy, creada en
1951,
se rededicó a principios de los setenta a la preservación de la
diversidad natural y comenzó a comprar tierra sin desarrollar para
la
preservación de la naturaleza.

Instituciones venerables como Sierra Club y la Sociedad Nacional
Audubon entablaron procesos enérgicos contra compañías de
explotación
forestal a fin de desacelerar la destrucción de bosques de muchos
años. Las organizaciones no gubernamentales, financiadas mediante
aportes del público y conformadas por abogados y educadores, así
como
científicos y naturalistas, se volvieron vigilantes enérgicos del
medio ambiente, al tiempo que educaban al público y enjuiciaban a
compañías y gobiernos para obligarlos a cumplir con la legislación
que
regula todo: desde las emisiones de las chimeneas y la calidad del
agua, hasta los hábitats naturales de las especies en peligro de
extinción.

En sus casas, los estadounidenses, a menudo instados por sus hijos,
comenzaron a separar la basura doméstica para el reciclaje. A
finales
de los años ochenta, se establecieron programas de reciclaje en
muchas
comunidades. A mediados de los noventa, estos programas municipales
ya
rendían retribuciones: la cantidad de basura que se vaciaba, en los
rellenos iba en notable descenso, y más de 20% de la basura
municipal
de los Estados Unidos se convertía en productos de utilidad.

Las corporaciones, bastante conscientes de los deseos del consumidor
y
del marco de referencia de las ganancias, comenzaron a promoverse
como
acordes al medio ambiente, al utilizar orgullosamente material
reciclado en sus empaques y difundir comerciales por la televisión
que
hablaban de sus logros en la protección de la Tierra. Más importante
fue la adopción por muchas empresas de manifiestas prácticas
comerciales que aumentaban la eficiencia v disminuían la cantidad de
desecho industrial. Estimulado por los consumidores y las ONG,
forzado
por la ley a cumplir con las normas en cuanto a calidad de aire y
agua, y finalmente al percatarse de que los nuevos métodos podrían
de
hecho ser rentables, el sector privado aceptó su rol en la gerencia
ambiental.

En 1990, el Día de la Tierra se recobró. Encabezado por Denis Hayes,
organizador principal del primer Día de la Tierra, el del año 1990
fue
internacional, y abarcó empresas, minorías étnicas y funcionarios
públicos. Más de 200 millones de personas en todo el mundo, diez
veces
más que en 1970, participaron en actividades que reconocían que el
medio ambiente había pasado a ser, finalmente, tema de interés
público
y universal. El impulso global continuó en 1992 en la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (UNCED),
celebrada en Río de Janeiro, Brasil, donde un número sin precedentes
de gobiernos y ONG elaboraron documentos claves para el desarrollo
sustentable de las economías ahora y en el futuro.

1995 presenció el XXV Aniversario del primer Día de la Tierra y fue
un
momento para evaluar el progreso ambiental del último cuarto de
siglo.
En los países occidentales, las noticias parecían buenas: el aire y
el
agua eran más limpios, los bosques se expandían y muchos indicadores
ambientales también iban en ascenso. Sin lugar a dudas, la
combinación
en ocasiones volátil de legislación, juicios entablados por las ONG,
educación pública y prácticas comerciales más eficientes, había
logrado un efecto notable y positivo en el estado del medio
ambiente.

Cuán buenas realmente eran estas noticias dependía de a quién se le
preguntara. "Las leyes (del medio ambiente)... junto con
innumerables
esfuerzos privados alentados por la consciencia ambiental... han
constituido un éxito sorprendente", escribió el reportero Gregg
Easterbrook en la revista The New Yorker. "Tanto en los Estados
Unidos, como en Europa, las tendencias ambientales son, en su
mayoría,
positivas; y las regulaciones ambientales, lejos de ser pesadas y
costosas, han resultado ser bastante efectivas, han costado menos de
lo previsto y han fortalecido, no debilitado, las economías de los
piases que las aplicaron". La revista Environment, dirigida por una
ONG importante, ofreció una evaluación más sombría: "El Día de la
Tierra... ni ha generado una ciudadanía permanentemente activa, ni
ha
transformado el malestar general que socava la fe en la
responsabilidad democrática. Aunque el movimiento ecologista ha
hecho
grandes avances desde 1970, institucionalmente así como en la
consciencia pública, la seguridad del medio ambiente, en forma de
tratamiento justo y la disposición de necesidades fundamentales para
todos, sigue siendo hoy más evasivo que hace 25 años".

El caleidoscopio de actividades planeadas para el Día de la Tierra
1997 refleja esta vigorosa fusión de prácticas democráticas en pro
del
ambiente. La Universidad Estatal de Idaho en Pocatello, Idaho, está
organizando un festival de una semana con una Ecoferia de comida,
música y exhibiciones, varios foros (los temas comprenden "Salud
ambiental: Calidad del aire y del agua en Pocatello" y "Cómo salvar
la
Tierra con tecnologías para limpiar el medio ambiente"), programas
educativos para niños y adultos, y paseos por parajes naturales. Los
estudiantes del Liceo Hermon en Hermon, Maine, realizarán talleres
sobre el futuro del salmón atlántico en Maine, visitarán una represa
donde se ayuda a esta especie en su trayecto aguas arribas y se le
suelta en una corriente local donde se cría con ayuda de los
estudiantes.

A mayor escala, el Festival anual del Día de la Tierra del Condado
de
Contra Costa, celebrado cerca de San Francisco, California, es el
acontecimiento más exitoso del norte de California y es financiado
con
ventas de boletos y donaciones de los medios de comunicación
locales,
empresas, organismos oficiales y organizaciones no gubernamentales.
Este año se presentará música en vivo en tres escenarios, áreas
temáticas sobre pronóstico del tiempo, aves en peligro de extinción
y
automóviles eléctricos, así como cantidad de comida ambientalmente
sana. Se espera la asistencia de más de 20.000 personas.

A nivel global, la Asociación Nacional de Parques y Conservación
(NPCA) contribuye con los grupos ciudadanos de Estados Unidos y el
exterior a organizar eventos de Marcha Pro Parques, que beneficien
directamente a sus parques locales, estatales y nacionales. Se
organizan caminatas en zonas rurales y urbanas para recabar fondos.
El
dinero así recaudado se destina a parques locales y proyectos de
restauración. Celebrados originalmente en 1990, proyectos pasados
incluyen reparación de edificios y senderos históricos, plantación
de
árboles y jardinería, patrocinio de limpieza de parques y programas
de
reciclaje, así como adquisición de terrenos para nuevos parques. Los
organizadores informan que en la Marcha Pro Parques de 1997 se
recaudaron aproximadamente dos millones de dólares para parques de
la
comunidad, involucraron más de un millón de personas, y fue el
acontecimiento nacional más grande del Día de la Tierra. Los 50
estados realizaron marchas y nueve países participaron para un total
de 1.200 marchas en todo el mundo: la mayor jamas realizada. Los
países que participaron fueron Rusia, Canadá, Arabia Saudita, Costa
Rica, Brasil, Argentina, Suecia, Finlandia y España.

El Día de la Tierra, que empezó en 1970 como un movimiento de
protesta, ha evolucionado hacia una celebración global del medio
ambiente y de nuestro compromiso con su protección. La historia del
Día de la Tierra refleja el crecimiento de la consciencia ambiental
en
el transcurso del último cuarto de siglo, y el legado del Día de la
Tierra es la noción inequívoca de que el medio ambiente es objeto de
inquietud universal.

"No olviden nunca, si quieren que la nación tome grandes decisiones
sobre aspectos políticos, que el pueblo es la fuente del poder. Con
él
pueden hacer cualquier cosa, sin él, nada". Gaylord Nelson, Fundador
del Día de la Tierra

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