martes, 13 de mayo de 2008

Las puertas al otro-mundo

Las puertas al otro-mundo

La visita al infierno, la muerte y la ascensión al cielo son requisitos de la iniciación chamán, en todas las culturas.

Con el tiempo, encontrarás que las diferencias residen sólo en la mente y el corazón de los hombres comunes, nuestros antepasados recibieron estas enseñanzas hace más de 50.000 años, en todos los rincones del planeta.
Las puertas son las mismas para nosotros, los mayas, los mapuches, los egipcios o los chinos. No hay coincidencia casual en esto.

Cuando los Tuatha de Dannan son vencidos por los primeros hombres que se establecen en Eire, estos dioses pasan a habitar el otro-mundo, debajo de la Tierra. Para la cultura cristiana esto significa el infierno, pero esto se debe sólo a una interpretación parcial de la verdad.

Jesús desciende a los infiernos, al tercer día resucita de entre los muertos y asciende a los cielos.

Este es el ritual de iniciación

Para ascender es menester, primero, bajar a los infiernos. El infierno está de paso del camino al cielo. ¿Por que? Porque allí es donde sucede la purificación a través de la muerte de la forma de vida anterior y la resurrección a la nueva vida, desde la cual se accede a los cielos y al contacto con los dioses.

Todos los hombres fuimos instruidos en el pasado sin comienzo: la ascensión es a través del laberinto y este tiene forma de espiral.

La espiral hacia el infierno es hacia arriba, pero "arriba" es, en realidad "abajo", hacia el subsuelo de la Tierra, nuestra matriz cósmica, el vientre que nos dio la vida.
A esto se debe la veneración a las diosas-madre y su relación con la iniciación chamánica.

Las puertas de entrada al laberinto están en el plano físico y, también, en el espiritual, porque cada plano es un reflejo de los otros.
Así el mundo-del-medio, el nuestro, es reflejo reverso del mundo de abajo y éste del de arriba.

En la interpretación psicológica el infierno es nuestro inconsciente, el cual reúne toda la información relacionada a nuestro hilo de vida, el hilo de Ariadna y su recorrido por el laberinto de la existencia.
Un hilo que ha transitado por innumerables manifestaciones en el mundo del medio y que así seguirá hasta que logre la ascensión.

Descender implica recordar toda nuestra anterior experiencia, una batalla final contra los demonios (los de nuestra propia ignorancia), la muerte en las fauces de estos demonios (que finalmente resultarán ser los maestros de vida) y la ascensión, después de la cual el iniciado se transforma en chamán o druida.

Hablamos de círculos, hablamos de pozos de agua y también de tumbas. Podemos agregar las bocas de los volcanes, los abismos del mar, las cavernas, los árboles huecos y todo otro orificio que conduzca hacia un lugar incierto debajo de la superficie de la tierra.

Nos enseñaron que todas las cavidades están unidas en alguna parte, allí debajo.
Jesús es introducido en una tumba (una caverna, en realidad). La tumba es, también, una puerta. Este es el significado para las grandes pirámides o los túmulos de rocas encontrados en Europa.

También están las rocas horadadas. Las hallamos en todas partes del mundo y son buenos lugares para las jornadas, sobre todo si son orificios naturales.
El candidato a la iniciación puede ingresar por una de estas puertas y salir por cualquiera de las otras.

Al surgir victorioso de su jornada habrá recibido las marcas de su iniciación.
Entre los chinos esas marcas se obtenían en templos como Shaolin, donde eran el tigre y el dragón, en la parte interna de los antebrazos, marcados a fuego.
En Jesús son los estigmas, las heridas producidas por los clavos, el testimonio de que ha escapado de la cruel crucifixión del espíritu en la materia (representada por la cruz)
En los pueblos de América era un tatuaje en el antebrazo.
En nosotros es el símbolo tribal en el antebrazo izquierdo.

¿Las iniciaciones pueden ser autoinducidas?

Definitivamente sí. Es más probable pasar la frontera de la vida común con una práctica solitaria que dentro de una institución.
La propia vida del aspirante, su karma personal y, sobre todo, su intencionalidad lo llevarán de una forma u otra a las puertas de la iniciación.
El deseo es conducente. Es decir: si lo que quieres es ser un chamán, la vida te dará las herramientas.

Luego tenemos los círculos de piedra.

Hay varias razones por las cuales nos reunimos en círculos, una de ellas es que al instalar el altar en el medio, todos los asistentes se hallan equidistantes del centro.

Otra es que el propio círculo tiene una relación estrecha con el concepto de eternidad, la línea no interrumpida de la vida.

La tradición dice que si caminas en círculos acompañado del sonido de un tambor o cantando, los seres feéricos no podrán evitar unirse a tu danza.
Pero el chamán no quiere seres feéricos danzando dentro del círculo, lo que él quiere allí es a los dioses que le son propicios y a los reyes de los cuatro elementos.

Por ello se lo sella con los cuatro elementos o con fuego astral.
Entonces el círculo se transforma en una frontera que separa al chamán de las criaturas que pudieran distraerlo o dañarlo. Él es el dueño del círculo y él es quien invita a los participantes.
Como en una fiesta, va a agasajarlos con bebida y comida y muchas veces con regalos como gemas, oro o especias perfumadas.

El trato del chamán con sus dioses es parecido al que se brinda a los amigos humanos muy queridos. El chamán no comercia con los dioses.
En el camino, encontramos diferente asociación con estos poderes universales. Distintas etapas del camino pueden estar relacionadas con diferentes dioses.
Al mismo tiempo los tótems que participan en las jornadas tiene que ver con circunstancias variadas.
Hay uno que es predominante y tendrá que ver con el clan, otros pueden asociarse a la tarea en sí misma.

¿Dónde obtiene el iniciado toda la información que necesita para sus rituales y su magia?

Pues, caminando.
En sus jornadas.
El gran héroe de la gesta del Tain Bo, Chuchulhaim, estaba protegido, como muchos guerreros, por la diosa La Morrigan.
Pero en una de sus marchas se cruzó con ella y no supo identificarla. Eso precipitó su desgracia.
Y no es que los dioses tomen venganza.
Es que no saber reconocerlos puede significar un retraso en el camino.
Como cruzarse con un gran amigo en medio de un viaje y no saludarlo.

¿Y por qué correr estos riesgos en lo que parece ser un sendero muy complejo?

Porque hay un punto en el espíritu humano donde el mundo-del-medio no es suficiente para su experiencia.
La vida tiende a expandirse, como el universo, y la expansión nos lleva a tierras extrañas.
Una vida segura y sin sobresaltos, en principio, no es una vida, porque no se basa en la realidad.
La vida no es segura y, al mismo tiempo, nada puedes perder.

¿Qué sentido tiene pasarse cincuenta años luchando para obtener riquezas o

poder, si el día de nuestra muerte habremos de renunciar a todas ellas?
Algunos no queremos olvidar a orillas del Estigia. Algunos queremos regresar con ambos ojos. Ver y recordar.
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