martes, 13 de mayo de 2008

El Evangelio de Mateo no procede del apóstol a quien se atribuye

Debido a la gran importancia de la «tradición apostólica» en el cristianismo de la gran Iglesia, la católica, publicó todos los Evangelios como libros de los apóstoles o de sus discípulos, lo que fundamentó precisamente su prestigio. Pero no hay ninguna prueba de que Marcos y Lucas cuyos nombres aparecen en un Evangelio cada uno, sean discípulos de los apóstoles, que Marcos sea idéntico al acompañante de Pedro y Lucas al compañero de Pablo. Los cuatro Evangelios se transmitieron anónimamente. El primer testimonio eclesiástico a favor de «Marcos», el más antiguo de los evangelistas, procede del obispo Papias, de Hierápolis, de mediados del siglo II. Pero en la actualidad son cada vez más los investigadores que critican el testimonio de Papias, lo llaman «históricamente sin valor» (Marxsen), y hasta él mismo admite que Marcos «nunca ha es- cuchado y acompañado al Señor». Incluso parece que Marcos fue un cristiano gentil; su violenta polémica antijudía así parece señalarlo. Y el que Lucas sea discípulo de Pablo es como mínimo dudoso, pues las típicas ideas de este último pasan en el Evangelio de Lucas a un segundo plano.
Por el contrario, lo cierto es que el apóstol Mateo, discípulo de Jesús, no es el autor del Evangelio de san Mateo (aparecido entre los años 70 y 90 como generalmente se supone). No sabemos todavía cómo consiguió la fama de ser un evangelista. Es evidente que el primer testimonio procede del historiador de la Iglesia Ensebio, que se basa a su vez en el obispo Papias, del que él mismo escribe que «intelectualmente debió ser bastante limitado». El título de «Evangelio de Mateo» procede de época posterior. Lo encontramos por primera vez con Clemente Alejandrino yTertuliano, que murieron ambos a comienzos del III. Si el apóstol Mateo, contemporáneo de Jesús, testigo aricular y ocular de sus obras,
hubiera redactado el Evangelio que se le atribuye ¿hubiera tenido que apoyarse expresamente en Marcos? ¿Era tan desmemoriado? ¿Tenía tan poca inspiración?
Toda la investigación bíblica crítica considera que no hay motivo para que el nombre del apóstol Mateo aparezca sobre el Evangelio, puesto qué éste no se escribió en hebreo, como afirma la tradición de la Iglesia antigua, sino originalmente en griego. No se sabe de nadie que haya visto el original arameo, ni se conoce a nadie que lo haya traducido al griego, ni en los manuscritos ni en las citas se conserva el más mínimo resto de un texto original arameo. Wolfgang Speyer incluye con razón al Evangelio de Mateo entre «las falsificaciones bajo la máscara de revelaciones religiosas». K. Stendahl aventura que ni siquiera se trata de la obra de una única persona sino de una «escuela». Como quiera que sea y según parecer casi unánime de todos los investigadores no católicos de la Biblia,
Los teólogos católicos más recientes a menudo dan vueltas penosamente sobre estos hechos. «En caso de que (!) a nuestra versión griega del evangelio de Mateo le hubiese precedido una versión original en arameo [...]», escribe K. H. Sohelkíe. Claro, «en caso de que»... «"en caso de que" -dice Hebbel- es la más germánica de las expresiones.» «Un Mateo original arameo debió de escribirse varios decenios
antes que el Mateo griego.» Se ve que ni ellos mismos se lo creen. (Y escriben esto cuando ya no es posible de otra manera. Cuando en 1954 un Enchiridium biblicum publicó en segunda edición una colección de documentos eclesiásticos sobre cuestiones bíblicas, los teólogos católicos debieron dejar de creer en lo que cincuenta años antes se les exigía. Los secretarios de la comisión bíblica explicaron los decretos de entonces con las circunstancias que cincuenta años antes habían hecho defenderse contra una crítica racionalista exorbitante... Pero circunstancias las hay siempre, también jerarquías tiránicas y tantos oportunistas como arenas en el mar. No fue Lichtenberg el primero en saberlo pero sí en expresarlo con palabras más certeras, como casi siempre, que los demás: «Está claro que la religión cristiana es apoyada más por esas gentes que se ganan con ella el pan que por aquellos que están convencidos de su verdad».
Es interesante el hecho de que los tres primeros Evangelios no se editaran como apostólicos, lo mismo que tampoco los Hechos de los Apóstoles, a cuyo autor igualmente no conocemos. Lo único que sabemos es que quien escribió estos Hechos de los Apóstoles no refleja en las sentencias ni sus pensamientos ni sus palabras, sino que se los inventa, que simplemente pone en labios de sus «héroes» las frases que más convienen, por lo demás algo habitual en la antigua historiografía.
Pero estas invenciones no sólo constituyen una tercera parte de los Hechos de los Apóstoles sino que son también su contenido teológico más importante y, lo que resulta particularmente notable, de este autor procede más de la cuarta parte de todo el Nuevo Testamento. Pues tal como se supone de modo general, el autor del Evangelio de Lucas es idéntico al compañero de viaje y «amado médico» del apóstol Pablo. Pero ni el Evangelio de Lucas ni los Hechos de los Apóstoles resultan muy paulinos. Al contrario. Los investigadores no creen hoy que ninguna de estas dos obras haya sido escrita por un discípulo de Pablo, rechazándolo de manera generalizada.
Los Hechos de los Apóstoles y los tres Evangelios no fueron ortónimos (firmados con el nombre verdadero) ni seudónimos, sino trabajos anónimos, como muchas otras obras protocristianas, como por ejemplo la Epístola a los Hebreos del Nuevo Testamento. Ningún autor de los Evangelios canónicos cita su nombre, ni una sola vez menciona un garante, como con tanta frecuencia hacen los tratados cristianos posteriores. Fue la Iglesia la primera en atribuir todos estos escritos anónimos a determinados apóstoles y sus discípulos. Sin embargo, tales atribuciones son «falsificaciones», son un «engaño literario» (Heinrich). Arnold Meyer señala que «con certeza son "auténticamente" apostólicas sólo las cartas del apóstol Pablo, que no era un discípulo inmediato de Jesús». Pero también hace mucho que se sabe que no todas las que aparecen bajo su nombre proceden de él.

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