martes, 13 de mayo de 2008

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE DECIR NO?

Algunos padres, por la insistencia de los niños cuando quieren algo, suspiran y ceden demasiado a menudo, «por no oírlos», en una especie de «dulce dimisión».

Estos mismos padres, algún tiempo después, retoman sus posiciones, porque se dicen a sí mismos que, de cualquier modo, un poco de firmeza es necesaria. La cuestión es que no es nada fácil dosificar adecuadamente los «síes» y los «noes».

¡Cuesta mucho decir «no»!
Para algunos padres, aún hoy, «no» es una palabra difícil de pronunciar, porque la sienten como una censura que puede perjudicar el desarrollo de los pequeños y porque no perciben su dimensión educativa.

Tal vez, esos padres, muchos de ellos hijos de la generación del 68, hayan oído pocos «noes», porque para sus padres era una palabra casi tabú, una traba intolerable a una idea de libertad quizás un poco artificial.
Pero la permisividad excesiva puede tener consecuencias nefastas.

Hoy, los niños son muy inteligentes, pertenecen a una generación que lo capta todo muy rápidamente, pero parece menos preocupada por los demás, menos solidaria.

«Noes» que educan
El prestigioso pediatra Aldo Naouri dice, esencialmente, que educar a un niño es «frustrarlo». Atreverse a decir «no», en todo caso, es impedir que los niños se sientan «todopoderosos».

Estamos en una sociedad a la que le gusta sentirse muy poderosa. Y cuando los padres dicen «no», tienen la impresión de romper o de impedir algo. Sin embargo, el niño necesita límites, códigos y reglas para avanzar. Sin reglas, por ejemplo, ni siquiera se puede jugar.

Otra de las causas de esa reticencia de los padres a decir «no» es, sin duda, que cada vez trabajan más y vuelven más tarde a casa. No tienen ganas de enfrentarse a sus hijos. Consideran que no pasan suficiente tiempo con ellos como para negarles todo.

Ocurre entonces que los padres, simplemente porque están extenuados, dejan hacer lo que quieren a los niños.

El «no» necesario
El rumbo que hay que mantener es la idea profunda de respeto hacia los demás, y no sólo el protocolo de la buena educación.

Puede parecer curioso, pero decir «no» a un niño es también respetarlo en su estatus de niño. A veces se dice «sí» simplemente para tener paz. Pero ese «sí» es ilusorio, es una respuesta a corto plazo. No saber decir «no» a un niño es impedirle crecer y estorbar sus adquisiciones.
Y llegan a aparecer, en el pequeño, señales que nos pueden alertar sobre ese exceso de permisividad: inquietud, hábitos regresivos, dispersión...
Eso parece terrible, pero hay que ser optimistas respecto al futuro.
Los padres están empezando a dejar de tener mala conciencia cuando dicen «no».

Es cierto que muchos están estresados por el trabajo, pero también intentan colocarlo en su justo lugar en su vida.
Relativizan la importancia de su carrera y reinvierten el tiempo en su familia. Algo está pasando, las cosas parecen estar volviendo a equilibrarse y los niños se beneficiarán de ello, sin duda.

No hay comentarios: